Solitude

Música clásica para violonchelo solo

Programa:

Preludio de la Suite No. 2 para violonchelo solo Johann Sebastian Bach
Capriccio No. 1 Alfredo Piatti
Flamenca Rogelio Huguet y Tagell
El Chelista de Sarajevo David Wild
Tango Para Ilaria Carter Brey

Duración aproximada: 30 minutos.
Este es un recital adecuado para adolescentes, jóvenes y adultos.
El programa puede variar.

Música clásica para jóvenes

¡Únete  a nosotros para una velada encantadora de música y aprendizaje con el violonchelista, productor y conductor de radio, Issac Ramírez! Solitude una experiencia auditiva y educativa adecuada para jóvenes mayores de 10 años. Desde los contrapuntos de las suites para violonchelo solo de Johann Sebastian Bach hasta los ritmos contemporáneos de tango, te sumergirás en el vasto y diverso mundo de la música para violonchelo.

Cada pieza de este recital para cello solo está acompañada con hechos e historias interesantes para ayudarte a comprender el contexto que movió las emociones de estos grandes compositores de música clásica para escribir nuevas partituras. Ya sea que te encante escuchar o apenas te inicias en el mundo de la música clásica, este concierto de violonchelo solo promete ser una experiencia memorable y enriquecedora para jóvenes y adultos en Jalisco. Solitude es un viaje por el tiempo a través de las diferentes épocas de la música clásica.

Issac Ramírez en recital didáctico - Sunnyside Highschool, Fresno, California

Notas al programa:

por Ivan Martínez

Johann Sebastian Bach

Preludio de la Suite no. 2

Es del corto periodo entre 1717 y 1723, mientras Bach (1685-1750) trabajaba para la corte del Príncipe Leopoldo en Cöthen, de donde provienen sus obras abstractas y seculares más importantes; es decir, aquellas meramente instrumentales o que no estaban asociadas a algún tema o contexto religioso. Entre ellas están sus seis conciertos de Brandemburgo, o sus obras para instrumentos solos, como la partita para flauta, las tres sonatas y tres partitas para violín, o las seis suites para violonchelo, de donde proviene el preludio con que abre este programa.

Cada una de estas suites son peculiares, y permanecen en lo más alto de entre la música escrita para el violonchelo, pero la segunda es aún más particular, comenzando con que, junto a la quinta de ellas, son las únicas que están escritas en una tonalidad menor, en este caso re. Con esta tonalidad, Bach cubre a los seis movimientos de un manto de seriedad y tristeza, que queda establecido desde las primeras notas, en una secuencia de melancolía que permanece.

El crítico canadiense Eric Siblin describe así el inicio: “Tres notas establecen una tristeza desgarradora. Hay un ligero temblor en el diapasón, el arco es un presagio de noticias difíciles. El violonchelo, vacilante al primer toque, recupera su equilibrio y nos informa de una crónica dolorosa.”

Si bien, por un lado, esta etapa en la vida de Bach fue fructífera, también estuvo marcada por eventos no del todo felices; como cuando al regreso de uno de los tantos viajes que realizaba al lado de Leopoldo, en 1720, se enteró que su primera esposa, Maria Bárbara, había muerto. Aunque las fechas exactas de composición no son conocidas, y probablemente no haya música con mayor libertad de expresión y pensamiento que la que permiten estas suites, muchos musicólogos coinciden en que la persistente sensación de abatimiento en ésta se deba precisamente a esa pérdida.

Alfredo Piatti

Capricho no. 1

No es tan común que las biografías de los instrumentistas se narren como se hace con los compositores de música clásica. Y entre esos pocos virtuosos a los que la historia sigue recordando, está el violonchelista Alfredo Piatti (1822-1901). No es solo que se le recuerde por sus famosos 12 Caprichos, de los que escucharemos aquí el primero, sino que su propia vida tuvo pasajes sorprendentes, anécdotas, encuentros, dignos de seguir recordando. Incluso la de uno de los instrumentos que pasaron por sus manos, el violonchelo construido por Stradivarius que lleva hoy su nombre, pues es tocado actualmente por el violonchelista mexicano Carlos Prieto.

Nacido en Bérgamo, su padre fue concertino de la orquesta local y desde los cinco años comenzó a aprender a tocar el violonchelo con su tío, Gaetano Zanetti. Estudió luego en el Conservatorio de Milán, al graduarse debutó tocando su propio Concierto y comenzó una carrera musical fructífera viajando por Europa, hasta que, para solventar los gastos de una enfermedad, tuvo que vender su violonchelo y detenerse. Fue el compositor Franz Liszt, quien, al escucharlo después en un instrumento prestado, le consiguió uno nuevo y le recomendó que retomara su carrera. Esto lo llevó a Londres, donde se estableció fincando una importante carrera tocando música de cámara en los históricos conciertos de la Sociedad Beethoven, y convirtiéndose en un reconocido profesor de música clásica.

Fue ahí en Londres donde en 1875 publicó ésta que es la obra a la que más se acude hoy en día. Los Caprichos para Violonchelo Solo fueron dedicados a su amigo Bernhard Crossmann, el otro gran chelista de la época. Y contrario a lo que pudiera pensarse, la serie está más cercana al lenguaje romántico de, digamos, Chopin, donde podemos encontrar más posibilidades artísticas y emotivas, que al virtuosismo puro de los que para el violín escribió Paganini.

Capricho No. 1 para cello solo - Alfredo Piatti

Rogelio Huguet y Tagell

Flamenco

A diferencia de Piatti, muy poco se sabe de la vida de Rogelio Huguet y Tagell (1882-1956), un violonchelista y compositor catalán que fue discípulo de Eugene Ysaye, el famoso virtuoso del violín y también compositor belga. Y, de hecho, la historia de esta pieza de música flamenca para violonchelo solo es en realidad un descubrimiento fortuito más que el registro de la obra del compositor: se debe a la chelista y pedagoga alemana Maria Kliegel, quien la encontró en una pequeña tienda de música durante una gira por Moscú. 

Enamorada de la joya de música clásica que había encontrado e investigando sobre su escritura, se dio a la tarea de editarla y contar sus hallazgos. La pieza proviene de una obra más completa titulada Suite española no. 1 y lo que Huguet y Tagell realmente quería era escribir un trío para violín, violonchelo y piano, aunque no sabemos por qué desistió.

La pieza, fielmente evocativa del género popular del que toma su nombre, viaja por varias secciones; encontramos pasajes rápidos de un virtuosismo expresivo igual que algunos de un lirismo melancólico y más oscuro, siempre manteniendo el dramatismo y sirviéndose útilmente de recursos técnicos y musicales que permiten al violonchelo rememorar al cante y el zapateado de la guitarra y de los bailadores: pizzicatos, arpegios, cambios de la armonía, etcétera.

David Wild

El violonchelista de Sarajevo

“El 27 de mayo de 1992, fue lanzada una granada a la panadería de la zona peatonal de Vase Miskina [hoy Ferhadija] en Sarajevo. Murieron 22 personas. Todos los días después de la tragedia, el violonchelista Vedran Smailović, que hasta entonces trabajaba en la Ópera de Sarajevo, acudía al lugar, vestido de concierto, a las cuatro en punto, y arriesgaba su propia vida al tocar en memoria de los muertos, sin importarle la posibilidad de nuevos ataques. El reportaje de John Burns en The New York Times sobre esta heroica manifestación musical tuvo mayor impacto que cualquier declaración política. Lo leí por primera vez en un tren de Núremberg a Hannover. Mientras estaba sentado en el tren, profundamente conmovido, escuché: en algún lugar desde lo más profundo de mi interior, un chelo empezó a tocar una melodía circular como un lamento sin fin…”

Somos afortunados cuando, como escuchas o como músicos, tenemos las palabras del propio compositor al explicar el nacimiento de una obra. Y ésta es la oportunidad que tenemos desde las palabras del compositor inglés David Wilde (1935) para entender sobre su pieza. Una pieza de música para violonchelo solo pura, directa y honesta; convincente, y sin ninguna otra pretensión.

Wilde, quien fue estudiante de composición de Hindemith y Vaughn-Williams, ha escrito otras obras conmovido e inspirado por otros abusos de derechos humanos e injusticias, como la ópera London under siege o el cuarteto de cuerdas “Trenodio para las víctimas desconocidas de la guerra y la opresión”.

Carter Brey

Tango para Ilaria

Esta pieza fue escrita también por un violonchelista virtuoso, y uno que además podemos seguir escuchando: Carter Brey (1954), quien es desde 1981 el jefe de su sección en la Orquesta Filarmónica de Nueva York. A diferencia de Piatti o Huguet y Tagell, Brey no ha dedicado tanto de su tiempo libre a componer, sino además de su trabajo en la orquesta, a dar clases, lo que hace en el Cleveland Institute of Music; a tocar música de cámara, sea con otros miembros de su orquesta, con cuartetos como el Tokyo o el Emerson, o con músicos de la Sociedad de Música de Cámara de Lincoln Center; o a hacer florecer su carrera como solista, que lanzó muy joven al ganar el concurso de Mtislav Rostropovich.

Fue estando en una gira por Buenos Aires, en 1997, que escribió el Tango para Ilaria, en honor a su esposa, la periodista italiana Ilaria Dagnini Brey. Se trata de una creación íntima, un regalo, un dulcecito, que lleva dedicatoria a ella en el título, y “a la memoria de Stephen Kates” en la partitura; Kates fue, además de los también legendarios Lawrence Lesser y Aldo Parisot, uno de los maestros de Brey.

Más tarde, en 2002, escribió un segundo tango, y en ocasiones se escuchan juntos como una sola obra. Al igual que en Flamenco, sucede lo esperado: una pieza para violonchelo solo que abierta y auténticamente homenajea al género de la cultura popular argentina, en este caso al nuevo tango que introdujo Astor Piazzolla, del que Brey se confiesa admirador desde que escuchó su música años atrás, pero del que se enamoró profundamente escuchándolo ahí en el Río de la Plata.

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